En su santuario de las Villuercas, la imagen de Santa María de Guadalupe es venerada por los fieles ya desde el siglo XIII. El rey Alfonso XI mandó edificar una amplia y sólida iglesia, cuyo cuidado se encomendó, a finales del siglo XIV, a la Orden de los Jerónimos. Estos religiosos levantaron el actual monasterio para el culto de la Virgen y la atención de los innumerables peregrinos que acudían a venerarla. Finalmente, a principios del siglo XX, el cuidado pastoral de tan histórico santuario mariano fue confiado a la Orden Franciscana. El papa san Juan Pablo II visitó el monasterio el 4 de noviembre de 1982.
San Juan Macías, religioso lego dominico, nació en Ribera del Fresno en marzo de 1582. Por su precaria situación económica y su orfandad pronto tuvo que emigrar para trabajar al Nuevo Mundo. En Lima profesa en el convento dominicano de santa María Magdalena, donde realiza su vocación de limosnero, mendicante y servidor de los pobres. A su acción caritativa unió la contemplación. Muere el 16 de septiembre de 1645. Fue canonizado por Pablo VI, que reconoció como válido el milagro de la multiplicación del arroz ocurrido en Olivenza.
Solemnidad en la Catedral y fiesta en el resto de la Diócesis.
Reconquistada la ciudad de Badajoz para la corona de León por el rey Alfonso IX, en la primavera de 1230 y tras las dificultades para la instauración de la sede episcopal, a pesar de las bulas pontificias que lo ordenaban, fue nombrado obispo Fray Pedro Pérez en el año 1255. Según el Misa y el Breviario pacense de 1529, la catedral fue consagrada el 17 de septiembre de 1276.
En nuestra Diócesis celebramos la memoria del religioso san Pedro de Alcántara, que nació en Alcántara (Cáceres) en 1499. Después de terminar sus estudios en Salamanca, ingresó en la Orden Franciscana, donde desempeñó diversos cargos. Se distinguió por su vida de penitencia y austeridad, y por su intensa vida de oración. Se dedicó a la predicación con gran fruto y escribió varias obras. Ayudó con sus consejos a santa Teresa de Jesús. Murió en Arenas de san Pedro (Ávila) en 1562.
Los santos Servando y Germán, naturales de Mérida, fueron apresados por ser cristianos durante la persecución de Diocleciano. El pretor romano decidió trasladarlos en medio de tormentos hasta Tingitania (Marruecos), donde debían sufrir el martirio. Finalmente determinó que fuesen martirizados en Cádiz, en una colina conocida como “heredad Ursiana” del “convento gaditano”, en donde fueron degollados durante la persecución de Diocleciano. Después de la invasión sarracena, los venerados restos son trasladados a Sevilla y Oviedo, respectivamente.
Paulo, Fidel, Masona, Inocente y Renovado fueron obispos de Mérida en la época visigoda, a finales del siglo VI y comienzos del VII, en donde se dedicaron a la oración y a la predicación del Evangelio.
De ellos tenemos noticias por el libro Vita Patrum Emeritensium, en donde se nos ha dejado constancia de sus talentos y celo pastoral.
Masona luchó enérgicamente contra la herejía arriana. Supo rebatir al obispo godo en el atrio de la Basílica de santa Eulalia. Tras su destierro fue repuesto en su sede arzobispal.
La renuncia de Paulo a su profesión médica, el desprendimiento ante los bienes materiales de Fidel, la piedad profunda de Inocente, y el espíritu justo de Renovato acreditan una época gloriosa de santidad y esplendor.
San Atón, obispo y patrono de nuestro Seminario diocesano, nació hacia el 1075, discutiéndose su cuna entre Badajoz y Pescia. Abrazó la profesión monástica en Vallumbrosa por mandato de san Bernardo de los Ubertos. Su piedad y carácter hizo que en torno al 1120 fuera elegido abad general de la orden bendictina Vallumbrosona.
Elegido obispo de Pistoia en 1133, ejerció con celo apostólico como pastor conservando la propia austeridad de monje. Murió en Pistoia el 21 de junio de 1153.
En la obra Vita Patrum emeritensium, el diácono Paulo nombra dos iglesia con la advocación de Santa María: la catedral y otra que había fuera de la ciudad. La principal era la Catedral, la más antigua y la mayor: “ecclesia seniories, quae vocatur Sancta (María) Hierusalem“. En ella celebraba el Obispo las grandes solemnidades.
En la Bula pontificia Universae Ecclesia sustinentes del 16 de julio de 1994, que eleva la diócesis pacense a archidiócesis de Mérida-Badajoz, se designa Concatedral a la Iglesia citada de Santa María de Mérida.
Los santos Servando y Germán, naturales de Mérida, fueron apresados por ser cristianos durante la persecución de Diocleciano. El pretor romano decidió trasladarlos en medio de tormentos hasta Tingitania (Marruecos), donde debían sufrir el martirio. Finalmente determinó que fuesen martirizados en Cádiz, en una colina conocida como “heredad Ursiana” del “convento gaditano”, en donde fueron degollados durante la persecución de Diocleciano. Después de la invasión sarracena, los venerados restos son trasladados a Sevilla y Oviedo, respectivamente.
Paulo, Fidel, Masona, Inocente y Renovado fueron obispos de Mérida en la época visigoda, a finales del siglo VI y comienzos del VII, en donde se dedicaron a la oración y a la predicación del Evangelio.
De ellos tenemos noticias por el libro Vita Patrum Emeritensium, en donde se nos ha dejado constancia de sus talentos y celo pastoral.
Masona luchó enérgicamente contra la herejía arriana. Supo rebatir al obispo godo en el atrio de la Basílica de santa Eulalia. Tras su destierro fue repuesto en su sede arzobispal.
La renuncia de Paulo a su profesión médica, el desprendimiento ante los bienes materiales de Fidel, la piedad profunda de Inocente, y el espíritu justo de Renovato acreditan una época gloriosa de santidad y esplendor.