Los santos Servando y Germán, naturales de Mérida, fueron apresados por ser cristianos durante la persecución de Diocleciano. El pretor romano decidió trasladarlos en medio de tormentos hasta Tingitania (Marruecos), donde debían sufrir el martirio. Finalmente determinó que fuesen martirizados en Cádiz, en una colina conocida como “heredad Ursiana” del “convento gaditano”, en donde fueron degollados durante la persecución de Diocleciano. Después de la invasión sarracena, los venerados restos son trasladados a Sevilla y Oviedo, respectivamente.
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