Artículo del arzobispo de Mérida-Badajoz, D. José Rodríguez Carballo, publicado en el nº 1.426 de Iglesia en camino titulado «Ven Señor Jesús» en el inicio del Adviento.
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Queridos hermanos y amigos: ¡El Señor os dé la paz!
Este domingo se inicia el tiempo litúrgico del Adviento, que, como nos recuerda el Papa Francisco, “es el tiempo propicio para hacer memoria de la cercanía de Dios, que ha descendido hasta nosotros“. Sí, en la persona del Hijo, Dios ha venido, y ha venido para quedarse con nosotros. El es para siempre el “Emmanuel, Dios con nosotros” (Mt 1, 23).
Esta cercanía, es más esta presencia, no excluye la espera. Hay esperas aburridas, como cuando esperamos que llegue el autobús y tarda, o cuando nos anuncian el retraso de un vuelo. Y hay esperas gozosas, como la espera que un nuevo nacimiento en familia, o la llegada de un nombramiento esperado. Estas esperas comportan una preparación. Pensemos en un encuentro deseado y esperado: uno anticipa las palabras que va a pronunciar, imagina las situaciones, dedica tiempo para preparar alguna sorpresa. El amor sin espera pierde romanticismo.
La Navidad está precedida de una espera, de una espera gozosa. De ahí la exclamación ¡VEN! Que caracteriza sobre todo la tercera y cuarta semana del Adviento: ¡Alégrate! ¡Regocíjate!
Pero, ¿qué comporta el Adviento? La espera del Señor empieza por entender que, Él que es la Palabra, tiene algo importante que decirnos, que comunicarnos, que Él es la Buena Noticia. Una Noticia que nos pone en camino, que nos cuestiona, que nos coloca ante nuevos cruces de vías, y que hace que nuestra vida se ilumine diversamente.
La espera del Señor comienza cuando asumimos que Él es la novedad; una novedad que es, al mismo tiempo exigencia o llamada a la conversión. La presencia de Elías o de Juan en algunas de las lecturas de este tiempo no lo recuerda. El Adviento es llamada a la conversión, es decir creer en el Evangelio: “convertíos, es decir, creed en el Evangelio” (Mc 1, 15); es “voz que grita en el desierto: “Allanad el camino al Señor, enderezad sus senderos” (Mc 1, 3). En este sentido, el Adviento es el tiempo propicio para revisar nuestra vida a la luz del Evangelio, de tal modo que éste se convierta en forma de vida que cambie nuestra existencia, como cambió la de los grandes discípulos de Jesús de todos los tiempos; es tiempo para revisar nuestras seguridades, para romper con tantos ídolos que tienen su trono en nuestros corazones, para abandonar tantas imágenes deformadas de Dios.
Esto hace que la súplica VEN se corresponda con una exigencia: estar en vela. Ésta es la exigencia de quien no quiere adormentarse. San Agustín decía: “Tengo miedo que el Señor pase y yo no me dé cuenta” (Sermones 80, 14,13). Atraídos por tantos intereses personales corremos el riesgo de distraernos, de olvidar lo esencial y de olvidar el “primer amor” (cf. Os 2, 9).
Esperar la venida de Jesús es creer que el mundo tiene necesidad de esta Buena Noticia y anunciarla a los demás, contando lo que hemos visto y experimentado (cf. 1Jn 1, 1). Esperar es ya misión. Esperar a Dios es hacerse pequeños, como los pastores, a los que Dios se revela (cf. Lc 10, 21); es imitar a los magos: ponerse en camino (cf. Mt 2, 1ss); es ser “limpios de corazón”, pues esta es la condición para ver a Dios (cf. Mt 5, 8); es sencillamente sentir la necesidad del Señor, en contraposición con aquellos que creen no tener necesidad de Él.
El que espera siente la pasión y la fe del enamorado, la esperanza del investigador, la imaginación del poeta, la creatividad y gestión del cocinero, el esfuerzo del atleta. Y entonces, si sentimos todo ello, nuestro Adviento transcurrirá lleno de belleza, de alegría, y la Navidad no se reducirá a unos pocos días al año, sino que durará cuanto la vida misma.
Queridos hermanos y amigos, recordémonos: Dios es “adviento”, necesariamente viene al hombre porque es amor amante. El hombre es espera, porque necesariamente tiende hacia Él, tiene necesidad de ser amado. Por esto, cuando el hombre lo espera y dice “aquí estoy”, Dios no puede no venir. Y entonces ya es navidad. Navidad de Dios sobre la tierra. Navidad del hombre en los cielos. VEN SEÑOR JESÚS ¡Feliz Adviento!
Os abrazo y bendigo.
Fr. José Rodríguez Carballo, ofm
Arzobispo de Mérida-Badajoz