Artículo del arzobispo de Mérida-Badajoz, D. José Rodríguez Carballo, publicado en el nº 1.427 de Iglesia en camino titulado «La esperanza que nos mantiene» en este tiempo de Adviento.

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Queridos hermanos: ¡El Señor os dé la paz!
Ya hemos iniciado el Adviento, ese tiempo que nos invita a la esperanza. El Señor está cerca, Él viene a salvarnos. Él es el Emmanuel, el Dios-con-nosotros. Ya no estamos solos. Ese es el fundamento de nuestra esperanza: Dios nos ama, Dios viene para salvarnos.
La esperanza es la virtud que nos ha de caracterizar mientras estamos de camino hacia la patria definitiva. No hay vida cristiana sin esperanza. Un texto de san Agustín nos dice que “solo la esperanza es la que nos hace cristianos” (La ciudad de Dios, 6, 9,5). Por otra parte, la esperanza es la que nos consiente caminar por los caminos de la vida. ¡No podemos vivir sin esperanza! Homo viator, spe erectus: es la esperanza la que nos mantiene en el camino y lo hace capaz de futuro.
Por su parte, san Hilario de Poitiers, en su Comentario a los Salmos (118, 15, 7) se hace eco de una pregunta que sin duda nos están gritando muchos de nuestro contemporáneos: “¿Dónde está, oh cristianos, vuestra esperanza?”
Esta pregunta debe ser asumida por los cristianos de todos los tiempos y yo diría particularmente hoy. No importa de quién nos venga la pregunta ni con qué intenciones nos la planteen. Los cristianos sabemos que para nosotros la esperanza no es simplemente una posibilidad, sino más bien una responsabilidad. Una responsabilidad que hoy es dramática, pues son muchos los que no esperan nada, y que, precisamente por ello, es uno de los desafíos decisivos para los discípulos de Jesús. ¿Estamos en grado de abrir horizontes de sentido a quienes les faltan razones para vivir? ¿Sabemos dar esperanza a vidas concretas, abrir el futuro a existencias personales, mostrar que vale la pena vivir y morir por Cristo? ¿Sabemos llamar a la vida bella y feliz, buena y llena porque está habitada por la esperanza?
Son preguntas que no podemos dejar de planteárnoslas. En la “sociedad de la incertidumbre” (bien descrita por Z. Bauman), en la época de la fragmentación del tiempo, en el que las esperanzas no tienen tiempo para consolidarse, para nosotros cristianos es urgente abrir caminos de esperanza, como Juan con su predicación (cf. Mt 3, 1-12), y señalar, como hizo también el Bautista, a aquel que es nuestra esperanza (1Tim 21, 1).
Lo haremos en la medida en que luchemos contra la indiferencia, también en la indiferencia ante la pobreza, la violencia y toda clase de sufrimientos. Sabemos que el verdadero enemigo de la esperanza es el no-sentido o al menos la irrelevancia del sentido. El cristiano no está llamado a vivir cosas nuevas, sino a llenar de sentido nuevo las cosas ordinarias.
Mostraremos la esperanza con el perdón; trasmitiremos esperanza viviendo la lógica pascual. Esa lógica que consiente al cristiano vivir la fraternidad abierta a todos; esa lógica que consiente amar al enemigo, al antipático, al que nos es hostil.
Los cristianos encontramos en Cristo la propia esperanza, es decir: el sentido último de todas las realidades. La victoria de Cristo sobre la muerte se convierte en esperanza para el cristiano: el mal y la muerte en todas las formas que se nos puedan presentar no tienen la última palabra.
El próximo día 10 clausuraremos el Año Jubilar eulaliense. El martirio de la Niña Mártir es una narración viva de esperanza que anidaba en su corazón y que le permitió resistir a propuestas idolátricas y dar testimonio de su fe. Por otra parte estamos a las puertas del Año Jubilar que quiere ser un camino de esperanza: “Que el Jubileo sea para todos ocasión de reavivar la esperanza”. Lo será en la medida en que hagamos de este Año un momento de encuentro personal y comunitario, también de nuestras familias, con el Señor Jesús, “puerta” de salvación (cf. Bula La esperanza no defrauda, 1). El Adviento que estamos viviendo puede ser un kairós, un tiempo propicio para romper con todo aquello que nos cierra a la esperanza. Un tiempo propicio para renacer. ¿Estamos dispuestos?
Os abraza y bendice

 Fr. José Rodríguez Carballo, ofm
Arzobispo de Mérida-Badajoz

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