Artículo del Arzobispo de Mérida-Badajoz
Artículo del arzobispo de Mérida-Badajoz, D. José Rodríguez Carballo, publicado en el nº 1.439 de Iglesia en camino titulado «Cuaresma, una llamada a la conversión».
*****************************************************************
Queridos hermanos: ¡El Señor os dé la paz!
Un año más iniciamos el tiempo fuerte de la Cuaresma. Un tiempo de gracia que el Señor nos concede para una profunda transformación interior y exterior en todo lo que se refiere a los sentimientos y comportamientos. Un kairós que nos invita, en definitiva, a la conversión, a asimilar los sentimientos de Cristo (cf. Fil 2, 5), de tal modo que podamos convertirnos en “hermenéutica” del Evangelio de Jesucristo.
Pero preguntémonos: ¿qué implica la conversión a la que nos invita Jesús particularmente en este tiempo de Cuaresma? La conversión es, ante todo, un éxodo interior y exterior que comporta una transformación del corazón, de la mente y de las actitudes-comportamientos.
Cambio del corazón. Pasar de un corazón de piedra –un corazón insensible a la llamada del Señor y a los gritos que nos llegan de los demás- a un corazón de carne: un corazón vuelto hacia el Señor, para hacer su voluntad, y hacia los otros, para ser solidarios con ellos. Es por ello que una primera pregunta que nos hemos de hacer es: ¿hacia dónde está orientado nuestro corazón?
Cambio de mente. “Vosotros pensáis como los hombres y no como Dios” (cf. Mt 16, 13). La Cuaresma nos pide pasar de una mentalidad dominada por la mundanidad, centrada en nosotros mismos, a una mentalidad “abierta al modo de ver, juzgar y actuar de Dios. Un Dios que se revela como el Dios de la historia: “Yo soy el que soy”, “Yo soy el que actúa” (Ex 3, 14), Yo soy el que escucha el grito de los pobres (cf. Ex. 3, 7).
Cambio de actitudes y comportamientos. “Por sus frutos lo conoceréis” (Mt 7, 16). El cambio de actitudes y comportamientos es la consecuencia del cambio del corazón y de la mente: “Un árbol bueno no puede dar frutos malos” (Mt 7, 18). El éxodo, propio de este tiempo cuaresmal, en este caso comporta pasar de comportamientos centrados en nosotros mismos -sed de poder, de disfrutar cueste lo que cueste- a comportamientos animados por el deseo de entrega a Dios y a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
La conversión a la que nos invita la Cuaresma debe tocar a toda la persona y dura lo que dure la vida; la conversión es un proceso que se debe asumir para toda la vida. Por otra parte, la conversión es un compromiso que no se puede retardar: “Si escucháis hoy la voz del Señor no endurezcáis vuestro corazón” (Heb 3, 8), porque “si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo” (Lc 13, 3).
Es necesario, por tanto “pararse” (shub, que en hebreo se traduce por conversión y que literalmente significa pararse). Para ello es necesario tomar tiempo para descender a nuestra interioridad más profunda; es necesario hacer un alto en el camino para ver y examinar mi mente, mis juicios y prejuicios, mis convicciones más profundas. En este sentido bien podemos decir que la Cuaresma es un tiempo propicio para hacer una profunda revisión de nuestra vida en todos sus aspectos.
Queridos hermanos: Tomemos un tiempo adecuado para “subir a la montaña”, para adentrarnos en el “desierto” y allí, en la “montaña” o en el “desierto” encontrarnos con Dios y con nosotros mismos, sabiendo que todo ello comporta un encuentro real con los demás, particularmente con los más pobres. Entremos en la “gruta” de nosotros mismos para preguntarnos: ¿A quién sirvo? ¿Al servo o al amo? ¿Cuáles son los ídolos a los que en este momento estoy dando culto en mi vida? ¿Cuántos “maridos” (baales) tengo? Preguntémonos: ¿Soy un árbol estéril o un árbol que da fruto?
“Convertíos, es decir, creed en el Evangelio” (Mc 1, 15). Cuaresma es el tiempo propicio para asumir el Evangelio como forma de vida, para tenerlo como nuestro “vademécum”, libro de cabecera y de vida. Recordemos, queridos hermanos y hermanas, que el Evangelio no basta leerlo o meditarlo. Ciertamente es necesario todo ello, pero el Evangelio nos pide vivirlo.
Feliz Cuaresma, feliz camino de conversión.
Vuestro pastor, hermano y amigo
Fr. José Rodríguez Carballo, ofm
Arzobispo de Mérida-Badajoz