Portada carta del Arzobispo a los Vocacionados 2014-2015

Queridos muchachos y muchachas: os escribo con cierta emoción y con cierto temor al mismo tiempo. Pero la ilusión de transmitiros una bella experiencia, y la alegría de saber que admitís, al menos, la sospecha de que Dios pueda llamaros para consagrarle plenamente vuestra vida, me anima a escribiros como si estuviéramos conversando en confianza y sin especiales pretensiones.

  1. DE LA IMPRESIÓN A LA REFLEXIÓN

En esta sociedad abocada a lo inmediato con ansias incontenibles de placer y de bienestar, tenéis a vuestro alrededor todos los elementos para borrar cualquier sospecha de que vuestra plenitud y vuestra felicidad pueda estar en la entrega a Dios como sacerdotes o como miembros de la Vida Consagrada. Esta es la realidad de un mundo que vive de espaldas a Dios, como si Dios no existiera.

Sin embargo, a poco que penséis, iréis descubriendo que todo lo que absorbe la atención de vuestros compañeros y compañeras pertenece a la creación, que es obra de Dios. Él es su dueño exclusivo y lo ha puesto en manos del hombre para que lo utilice en orden a su desarrollo integral según corresponde a su identidad y vocación. Esto quiere decir que todo puede contribuir a su crecimiento y a su felicidad con tal de que no vaya en contra de la voluntad de Dios. Lo que ocurre es que el hombre de hoy está acostumbrándose a utilizar todos los recursos que Dios puso en sus manos, pero como si Dios no existiera. Más todavía: como si tener en cuenta a Dios fuera causa de la pérdida de libertad y de reducir las capacidades humanas. Algo así como si se planteara una alternativa radical: o Dios o el hombre; o el hombre esclavizado y embaucado por Dios, o el hombre como rey de la creación, como dueño de sí mismo, como el centro del mundo en el que desea construir la vida solamente según su propio criterio, sin más dependencia de nadie y sin tener que recurrir al Misterio que le trasciende y en el que se pierde si pretende moverse con las únicas armas de que dispone: su propia razón y los sentidos. El hombre de hoy, aunque duela decirlo, está perdiendo la capacidad de admitir Alguien superior a sí mismo; y termina por no admitir, cada uno, más autoridad que la que se le impone coercitivamente. Y así van las cosas.

  1. LA VERDAD DE LO QUE BUSCAMOS

Frente a todo esto, sabemos por la fe que el principio de la felicidad verdadera es la realización fiel del plan que Dios tiene sobre cada uno de nosotros. Ese plan no se parece en nada a una decisión arbitraria de Dios abusando de su poder y obligando a sus criaturas indefensas a seguirle, sabiendo o sin saber por qué. Esto puede pensarlo quien no conoce al Señor.

En cambio, los que disfrutamos del inmenso regalo de la fe y del Evangelio sabemos que Dios nos ama con amor infinito porque es Dios; y nos ama con verdadera ternura porque es nuestro Padre. Por tanto, nos demos cuenta o no, lo único que Dios quiere es nuestro bien, nuestra felicidad y, al mismo tiempo, el bien y la felicidad de todos los demás. Ese es el motivo por el cual Dios está pendiente de nosotros desde la creación, desde el primer instante de nuestra vida; y seguirá estándolo hasta la muerte de cada uno. Dios espera que recurramos libremente a él.

Respetando exquisitamente nuestra libertad, Dios procura que vayamos descubriendo, con las ayudas a nuestro alcance, lo que es mejor para orientar nuestra vida hacia la plenitud, hacia la felicidad. Si nosotros logramos acertar en descubrir y seguir la llamada de Dios, renovaremos constantemente nuestra gratitud a él y fortaleceremos el propósito de serle fieles hasta el final.

3.- EN BUSCA DE LA PROPIA VOCACIÓN

En la búsqueda de esa fidelidad está la búsqueda de la propia vocación.

Ante este planteamiento, basado en la palabra de Dios y en la fe para aceptarla, si alguien se mueve sólo desde motivaciones y luces puramente humanas, puede objetar que el descubrimiento de la vocación por la que Dios nos elige para realizar una misión determinada es muy difícil de alcanzar. O puede sospechar que es simplemente un engaño. Por ello, entregar la vida para algo que a uno le parece extraño, difícil e inseguro es como buscar el propio fracaso y una permanente insatisfacción.

Esa forma de pensar es totalmente errónea, porque ¿tiene alguien seguridad de que hacer lo que le apetece, sin esperar más señales o llamadas de Dios, es el camino seguro para alcanzar la propia satisfacción y la deseada felicidad? ¿Podemos pensar que el hombre es más inteligente que Dios? ¿Es lógico creer que el instinto, o que la inclinación ante lo que gusta a simple vista, o aquello que uno puede buscar movido por la propia imaginación pueden ayudarnos más que Dios mismo para descubrir el camino de nuestra plenitud?

Tenemos la respuesta muy a mano si nos fijamos en el modo cómo viven quienes fueron conocidos en la sociedad como dueños exclusivos de sus propias decisiones y como únicos veladores de su desarrollo personal, familiar y social porque manifestaron que Dios no contaba para ellos. Sus vidas, lamentablemente, sufren una constante insatisfacción buscando siempre algo distinto, algo más de lo mismo, algo nuevo que pueda llenarles. Ignoran que el corazón del hombre está orientado hacia el infinito, y que no quedará saciado hasta que descanse en Dios.

4.- LA LUZ DE LA FE

Queridos jóvenes: el camino está muy claramente señalado, y quien lo trazó sabe más que nadie y nos ama infinitamente más que podamos amarnos a nosotros mismos. Seguir el camino que Dios nos pueda señalar es dar el primer paso para tributarle la gloria que se merece, para alcanzar nuestra plenitud y para servir a los hermanos ayudándoles a descubrir la luz de la fe. La fe es necesaria para conocer la verdad acerca de sí mismos, del mundo, de la vida y de la muerte, de la salud y de la enfermedad, de la tristeza y de la alegría, del temor y de la esperanza.

A la vista de todo esto, ¿no creéis que tiene pleno sentido atender la llamada del Señor y descubrir y seguir el camino que Dios nos señala? Por eso quiero deciros, como he escrito en el título de estas líneas: No hagáis cálculos de futuro buscando seguridades o satisfacciones meramente humanas. Buscad con interés cuál es la voluntad de Dios sobre vosotros y lanzaos con plena confianza y con alegría a seguir los pasos que Él os vaya señalando. Sólo Dios es la fuente de nuestra felicidad plena. “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura” (Mt 6, 33).

5.- UN PLANTEAMIENTO NECESARIO

Quiero deciros una cosa más: sed apóstoles, ya desde ahora. Proclamad con el testimonio y con la palabra lo necesario y lo precioso que es buscar la voluntad de Dios, confiar en él y disponerse a cumplirla sin recortes y sin miedo a lo que pueda pasar. No podemos jugar a dos barajas. El Señor ha dicho: “el que no está conmigo está contra mí, y el que no recoge conmigo desparrama” (Mt 12, 30).

Pido al Señor que os ayude en el discernimiento de vuestra vocación, y que os dispongáis a serle fieles con ilusión y con plena confianza en que Dios no os fallará nunca.

Un cordial abrazo y mi bendición para todos vosotros y vosotras.

 

 

 

                                               Santiago. Arzobispo de Mérida-Badajoz